dimecres, 24 de setembre del 2014

Oh! Cebreiro

Finalmente tuvimos que alterar nuestros planes iniciales de realizar el epílogo entre Santiago y Fisterra en tres días, y lo hemos sustituido por recorrer los 29 kilómetros que separan Muxía de Fisterra. Después de la celebración de la llegada a Santiago, al día diguiente, aún perjudicados, tuvimos que pasar otra vez por el centro de la ciudad para que los amigos catalanes sellaran la credencial. Los vascos, más irreverentes, hemos recorrido el Camino sin matasellos alguno. Se conforman con las fotos y los recuerdos. A mediodía hemos llegado a Muxía, justo para comer. Qué casualidad! Tras debatir si íbamos a la siesta o a andar, dos integrantes del grupo han optado por la primera opción y los otros tres han arrancado hacia Fisterra con la intención de hacer unos 10 km. y rematar la faena al día siguiente. Sabia decisión. El paseo previo por Muxía ha sido una maravilla. Tras visitar el faro y comprobar la bravura del mar, nos hemos adentrado nuevamente en el Camino, con la mala fortuna de perdernos. Tras recorrer varios kilómetros monte a través hemos retomado la senda a una marcha casi militar, de modo que hemos completado 16 kilómetros en un tiempo récord, lamentando un poco haberlos alejado del espíritu sosegado del Camino. Los paisajes recorridos han sido espectaculares y el número de peregrinos, casi simbólico, lo que nos ha permitido alcanzar medias kilométricas supersónicas y, sobre todo, ha contrastado con la masificación, a veces agobiante, vivida en algunos de los tramos del Camino más próximos a Santiago.

Manu

Oh! cebreiro

Lortu dugu! Misión cumplida! Por fin, el martes llegamos a la Plaz del Obradoiro, en Santiago de Compostela. Una vez más se cumplió la máxima de que la meta no es Santiago sino el propio Camino. Quizás por haber visualizado el momento antes de que ocurriera o por el vértigo del final, la llegada fue emocionante, pero no desbordante. Abrazos y alegría despuès de cinco años de Camino, pero nada que ver con las riadas de lágrimas que soltaban algunos peregrinos. La celebración posterior tampoco es que fuera demasiado imaginativa, pero nos salió genial. Algo de marisco y más vaca, regado con albariño, todo muy gallego para seguir la tradición. El escenario, el mercado de Abastos, donde en un restaurante al efecto te preparan las compras. El resultado fue fantástico. Risas hasta salir con dolor de tripas. Por la tarde nos acercamos a la catedral y pudimos ver el botafumeiro en marcha. Muy curioso. Tras la pertinente ducha, pospuesta en exceso por falta de tiempo, llegó el tapeo y la juerga, a la que circunstancialmente se sumaron las amigas canarias, catalana, y madrileña con las que nos cruzamos el día antes en Pedrouzo y que también celebraban alcanzar Santiago. Seguimos con las risas del mediodía hasta avanzada la madrugada. Digno de repetirse..

Manu